domingo, 8 de septiembre de 2013

Cultura Civica

Cultura Cívica

La novela y adaptación cinematográfica “300” de Frank Miller cuenta un pasaje, de las Guerras Médicas llamadas así por la costumbre de los griegos de llamar “medos” a los persas,  conocido por lo heroico y legendario del suceso en el que un pequeño ejército de apenas 300 hombres (de ahí el nombre de la novela) valientemente combatió contra la monstruosa maquinaria de guerra persa del Rey-Dios Jerjes formada por un millón de elementos.

Heródoto, historiador griego considerado padre de la histografía, fue quien dio testimonio de esos enfrentamientos. En su libro sexto tiene otra reseña, mucho más corta, pero tan llena de orgullo y heroísmo como la anterior: 

“Los persas pelearon en las Guerras Médicas como súbditos de un rey (Jerjes) al que temían más aún que al enemigo que tenían enfrente. Los griegos pelearon como hombres libres, orgullosos de sus leyes. Para los griegos no había un honor más grande que ofrecer la vida por su ciudad. Así se entiende por qué Esquilo, el inventor de la tragedia y el poeta más laureado de su tiempo, no escogió por epitafio un texto destinado a recordar su impar gloria literaria sino otro que reza así:


“Aquí Esquilo, hijo de Euforion, criado en Atenas, descansa en los campos de Gela, muerto. La batalla de Maratón mostró su coraje: los medos de largas cabelleras, tienen razones para recordarlo”.

A la hora de resumir su vida, Esquilo valoraba el honor del ciudadano más que los laureles del poeta.

¿Porque los mexicanos renegamos rencorosamente de nuestras leyes?, ¿Por qué desdeñamos de nuestras autoridades y las culpamos de todos nuestros males cuando no estamos dispuestos, ya no digamos a dar la vida por nuestro Estado, ni siquiera a respetar los cajones azules de los estacionamientos? No respetamos a nada ni a nadie, no reconocemos a ninguna autoridad: Los legisladores son payasos, los jueces y policías corruptos, los maestros son ineficientes. La lucha contra los criminales es “la guerra de Calderón”, no nuestra, a nosotros que nos importa que el país se caiga en pedazos a manos del narco si no nos sentimos identificados con nada, si lo único que importa es el bienestar propio, no somos mexicanos, somos solamente habitantes del país este de la tranza y la corrupción. Es más grande y admirado aquel que  mayor posibilidad tiene de pasar por encima de todo y de todos. Por eso los jóvenes del norte tienen su más grande anhelo en el sueño de unirse alguna vez al crimen organizado, ellos si están por sobre todas las cosas, ellos sí, lo pueden todo.

No tenemos cultura cívica, no amamos a nuestro Estado, a sus leyes, a sus principios.

¿De que sirven las clases de civismo de la secundaria si el único lugar en donde la gente se pone de pie y se emociona por cantar el himno es en el Estadio Azteca?

Mientras no nos inculquen, nuestros padres y maestros, un verdadero amor por México, un verdadero valor cívico. Mientras sigamos enseñando a nuestros hijos que el que no tranza no avanza y que el 16 de septiembre solo sirve para agarrar puente escolar, empedarse en el Zócalo y salir a mirar los fuegos artificiales. Mientras eso siga así, estaremos destinados a seguir con el gobierno (el Estado diría yo) que nos merecemos.

1 comentario:

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